La Literatura Fantástica
Como género literario definido, la literatura
fantástica apareció en el siglo XIX, a pesar de tenerse relatos de esta clase
ya desde antes del siglo XVI. La modalidad se ha mantenido desde entonces,
tanto en el cuento como en la novela, sin olvidar que, durante el romanticismo,
se dieron fábulas y dramas fantásticos. Lo fantástico es todo aquello que
produce incertidumbre y todo aquello misterioso, inexplicable, inadmisible, que
se introduce en el mundo real o en la inalterable legalidad cotidiana. Lo
fantástico se elabora partiendo de temas específicos como: viajes temporales,
metamorfosis, contaminación de lo viviente con lo inanimado, juegos de lo
invisible y lo visible, preocupación por el más allá, pactos macabros,
inversión de los dominios del sueño y la realidad, sueños premonitorios,
percepciones extrasensoriales, la telepatía, la
muerte, las apariciones, la ruptura de la línea lógica del tiempo, la
ubicuidad, el retroceso o detención del tiempo, la anulación de una acción
realizada por el hombre, la penetración de sólidas paredes, la presencia de
seres que lindan con la bestia; así como otros temas de inmortalidad y de
carácter metafísico o intelectual. Para que un relato sea fantástico debe tener
un tipo de personaje específico, que concuerde con la realidad evocada:
aparecidos, espectros, fantasmas, seres invisibles, vampiros, hombres lobo,
monstruos, gigantes, seres deformes y grotescos, la muerte personificada,
gnomos, ogros, demonios, enanos, elfos, hadas madrinas, brujas, hechiceros,
etc. Los sitios en que ocurren los hechos presentan particularidades: una casa,
un parque, la calle, el hospital, una sala cualquiera, espacios cerrados,
castillos alejados o situados en altos pináculos rodeados de densa niebla,
viejas casa abandonadas o escondidas entre silvestre vegetación, ruinas de
cualquier tipo como iglesias, monasterios, anfiteatros, fortines, etc. La
atmósfera es muy importante en el relato fantástico, pues el criterio de
verosimilitud estriba enormemente en ella y no en la estructura de la intriga
(como casi siempre se cree). Lo fantástico implica una lectura que no debe ser
ni poética ni alegórica, pues la primera busca por principio la incoherencia y
rechaza con terquedad toda significación, y la segunda traduce textos precisos
en símbolos que un diccionario apropiado permite reconvertir, término por
término, discursos correspondientes. De acuerdo con la posición que se tome
ante el hecho fantástico y la soluciones posibles que se le quieran dar –como
la azar, las coincidencias, el sueño, la influencia barbitúrica,
la ilusión de los sentidos, la locura, etc.– para
reducir lo sobrenatural, se puede entrar en diversos terrenos de lo fantástico,
lo que permite hace una clasificación en diversos géneros.
Clasificación de la literatura fantástica
Como se ha
dicho, lo fantástico puede dejar de ser un género autónomo para situarse en el
límite de otros, como pueden ser los siguientes:
EXTRAÑO PURO FANSTÁSTICO
PURO MARAVILLOSO PURO
FANTASTICO‑EXTRAÑO FANTASTICO‑MARAVILLOSO
1.‑ Lo fantástico puro
Se basa,
sobretodo, en la vacilación que se produce de manera común entre lector real y
personaje, ante la existencia de un acontecimiento extraño. Si se admite, por
ejemplo, que el hecho pertenece a una ilusión de los sentidos, o que hubo una
errónea percepción de la realidad, o cualquier otra explicación lógica, lo
fantástico puro termina para entrar en otro género.
Ejemplos de lo fantástico puro
‑ La Princesa de Brambilla (Ernest Theodor Hoffmann)
El cuento
relata la historia de la vida del pobre actor italiano Giglio
Fava, quien, durante un carnaval en Roma, lo seducen una
serie de acontecimientos extraños e incomprensibles. Cree haberse convertido en
un príncipe, enamorado de una princesa, y tener aventuras increíbles. Ahora, la
mayor parte de quienes lo rodean le aseguran que nada de eso sucede, sino que
él, Giglio, se ha vuelto loco. Tal es lo que pretende
el “signor” Pascuale: «Signor Giglio, sé lo que le ha
sucedido; toda Roma lo sabe; ha tenido usted que dejar el teatro porque vuestro
cerebro se ha perturbado...» Hay momentos en que el propio Giglio
duda de su cordura: «… estaba incluso dispuesto a pensar que el signor Pascuale y maese Bescapi habían tenido razón al creerlo un poco chiflado.»
De esta manera, Giglio (y el lector implícito) quedan
en la duda, ignorando si lo que lo rodea es o no producto de su imaginación.
‑ La Camelia (Cuento anónimo)
En un sitio
común y corriente, una funeraria, ocurre también un hecho común y corriente:
una niña anda sola recorriendo diferentes piezas y corredores. Entra y sale
alegremente, responde a las preguntas que le hacen otras personas que están
ahí, sin duda velando a alguno de sus deudos. En una determinada capilla, la
número doce del piso primero, unos entristecidos padres también velan a su
hijita; los ha rendido el cansancio y se han quedado dormidos. Hasta aquí, todo
es corriente. Pero, se presenta lo inesperado: la niña que ha recorrido
juguetonamente los corredores y capillas es la misma a quien sus padres velan
en la capilla número doce. Aquí está presente una condición distintiva de lo
fantástico: en un mundo que se conoce, en el que los objetos son familiares, en
el que se encuentran seres iguales a todos, se produce un acontecimiento
imposible de explicar por las leyes corrientes, las que rigen ese mundo. Se da
una intrusión brusca, cortante, del misterio, en el marco de la vida real. En
un mundo cotidiano y familiar, irrumpe lo inadmisible, aquello que la razón no
puede aclarar. ¿Cómo explicar que la niña esté en su féretro y a la vez ande
jugando por los corredores? Las palabras que la madre dirige a su esposo corroboran
la realización del hecho, pero no lo explican: "¡Luis, Luis!",
"Eh, ¿qué sucede?", "He tenido un sueño muy raro",
"Soñé que nuestra hija..." Y se echó a llorar. "Llora, llora,
eso te hará bien", "Soñé que se levantaba y corría por el
edificio..., oh, Luis, ¡qué tristeza!". Hay otro
detalle: en el recorrido que la graciosa niña hace, una señora le regala una
camelia; y, algo aún más inexplicable: la niña, o sea el cadáver de la niña,
tiene en sus manos esa flor. El padre se sorprende al verla; está seguro de que
antes no la tenía. Las posibles explicaciones no logran disipar la incógnita.
‑ Aurelia (Gérard de Nerval)
Este libro
relata las visiones de un personaje durante un período de locura. El relato
está en primera persona, pero el yo abarca aparentemente dos personas
distintas: la del personaje que percibe mundos desconocidos y que vive en el
pasado, y la del narrador que transcribe las impresiones del primero y que vive
en el presente. A primera vista, los fantásticos no existe ni para el
personaje, que no considera sus visiones como producto de la locura, sino más
bien como una imagen más lúcida del mundo (lo que haría que se ubicase el texto
en lo maravilloso), ni para el narrador, que sabe que provienen de la locura o
del sueño y no de la realidad (lo que hace que se relacione lo relatado
simplemente con lo extraño). Pero el texto no funciona así: en primer lugar, el
personaje no está del todo decidido a la interpretación de los hechos, también
él cree, a veces, que su locura es verdad, pero nunca llega a la certidumbre.
"Comprendí, al verme entre los alienados, que hasta entonces, todo no
había sido para mí más que ilusiones. Sin embargo, las promesas que atribuía a
la diosa Isis me parecían realizarse por una serie de
pruebas que estaba destinado a sufrir." Al mismo tiempo, el narrador no
está seguro de que todo lo que el personaje ha vivido depende de la ilusión:
nadie había oído nada. "Y, sin embargo, aún estoy seguro de que el grito
era real y de que el aire del mundo de los vivos había sido estremecido por
él..." Estos fragmentos son suficientes para declarar abiertamente que el
relato constituye así un ejemplar original perfecto de literatura de lo
fantástico puro.
2.‑ Lo extraño puro
En las obras
pertenecientes a este género, se relatan acontecimientos que pueden ser
explicados por medio de las leyes de la razón y son, de una manera u otra,
increíbles, extraordinarios, chocantes, singulares, inquietantes, insólitos y
provocan en el lector real y en el personaje una reacción semejante a la
inducida por el texto fantástico puro. La explicación racional no parte
directamente del texto, sino que el lector real, por medio de indicios que éste
ofrece, la obtiene. La pura literatura de horror pertenece a este género y se
relaciona con lo fantástico puro en el hecho de que posee descripciones que
provocan horror, temor o terror.
Ejemplos de lo extraño puro
‑ La caída de la casa Usher (Edgar Allan Poe)
El relato narra
la llegada del protagonista a la casa de su amigo, Roderick
Usher, quien le ha pedido que lo acompañe durante
cierto tiempo. Roderick es un hipersensible,
nervioso, que adora a su hermana que, en ese momento, está gravemente enferma.
Ésta muere unos días después y los dos amigos, en lugar de enterrarla, colocan
el cuerpo en uno de los sótanos de la casa. Transcurren algunos días; durante
una noche de tormenta, mientras los dos hombres se encuentran en una habitación
en la que el narrador lee en voz alta una antigua historia de caballería, los
sonidos descritos en la crónica parecen ser el eco de los ruidos que se oyen en
la casa. Por fin, Roderick Usher
se pone en pie y dice con voz apenas perceptible: "¡La enterramos
viva!" Y, en efecto, la puerta se abre y la hermana aparece en el dintel. Roderick y su hermana se abrazan y caen muertos. El
narrador huye de la casa, justo a tiempo para verla desboronarse en el estanque
vecino. Lo extraño en esta historia tiene dos fuentes: la primera está
constituida por coincidencias como son la resurrección de la hermana y la caída
de la casa después de la muerte de sus habitantes (lo que podría ser tomado
como sobrenatural), la segunda la constituye la explicación racional que emana
del mismo texto, al mencionarse que la hermana sufría de catalepsia y que la
casa era muy antigua y sus bases se estaban hundiendo.
‑ Los diez negritos (Agatha Christie)
Esta novela
policíaca es un magnífico ejemplo de lo extraño puro. En vez de ofrecer ella
misma la explicación, deja al lector que lo haga, desafiando su raciocinio, sin
dar solución a la existencia de lo sobrenatural. Se cuenta la historia de diez
personajes que se encuentran encerrados en una isla; se anuncia que todos
habrán de morir, castigados por crímenes que a la ley le es imposible de
probar; además, la naturaleza de la muerte de cada individuo se encuentra
descrita en la letra de una vieja canción de cuna inglesa llamada "Los
diez negritos". Los condenados (esto es lo que produce la impresión de lo
sobrenatural) no se suicidan, sino que son asesinados. Ninguna explicación
racional parece posible, hay que admitir la existencia de seres invisibles o
espíritus; sin embargo, esta explicación es desechada al final de la novela
cuando se revela que uno de los mismo asesinados,
habiendo fingido su muerte, es el asesino.
3.‑ Lo fantástico‑extraño
Los
acontecimientos que, a lo largo del relato parecen sobrenaturales, reciben,
finalmente, una explicación racional. La explicación parte del mismo texto y no
de suposiciones deducidas por el lector a través de indicios.
Ejemplos de lo fantástico‑extraño
‑ Manuscrito encontrado en Zaragoza (Jan Potocki)
La
novela relata una serie de acontecimientos que le acaecen al personaje Alfonso
van Worden, héroe y narrador del libro, quien cruza
las montañas de Sierra Morena y, de pronto, su zagal, Mosquito, desaparece;
horas después, desaparece su lacayo, López. Los habitantes del lugar aseguran
que unos fantasmas rondan en la región; se trata de unos bandidos recientemente
ahorcados. Alfonso llega a una posada abandonada y de dispone a dormir; pero,
con las primeras campanadas de la noche, con una antorcha en cada mano, una
bella negra medio desnuda entra en su cuarto y lo invita a seguirla. Lo lleva
hasta una sala subterránea donde es recibido por dos jóvenes hermanas muy
bellas y vestidas con ligerísimas ropas. Le dan de comer y de beber. Alfonso
experimenta sensaciones extrañas y una duda nace desde el fondo de su espíritu:
"No sabía ya si eran mujeres o demonios disfrazados de mujer". Le
cuentan luego de sus vidas y revelan ser sus primas; el relato se interrumpe
con el primer canto del gallo, lo que le hace a Alfonso recordar que los
espectros sólo tienen poder desde la medianoche hasta el primer canto del
gallo. Alfonso regresa a la cama acompañado por las dos hermanas y, cuando se despierta
ya no se encuentra en el lecho ni en una sal subterránea, sino que al aire
libre debajo de una ahorca. No obstante, todo esto no es suficiente a Alfonso
para admitir la existencia de fuerzas sobrenaturales, circunstancias que
hubiesen suprimido toda vacilación poniéndole fin de esta manera a todo lo
fantástico. Más adelante, le suceden otros hechos que cambian la posición, al
ir en busca de un lugar donde pasar la noche y al encontrarse con un ermitaño,
Pacheco, que le relata su historia, muy parecida a la de él. Al advertir la
semejanza, Alfonso se pone sobreaviso: advierte al
ermitaño que no cree en los aparecidos y le da una explicación natural a las
desventuras de Pacheco; aunque no interpreta de la misma manera sus aventura, lo que hace suponer que empieza a dudar. Dudas
que habrán de reavivarse con otros acontecimientos nuevos: vuelve a encontrar a
sus primas en una gruta, y, una noche, llegan hasta su cama, y están dispuestas
a quitarse los cinturones de castidad; pero, para ello, es necesario que el
propio Alfonso se desprenda de una reliquia cristiana que lleva alrededor de
cuello, en cuyo lugar una de las hermanas anuda una de sus trenzas. Apenas
sosegados los primeros ímpetus amorosos, se oye la primera campanada de media
noche... Un hombre entra entonces en el cuarto, echa a las hermanas y amenaza a
Alfonso de muerte obligándolo luego a tomar una bebida. A la mañana siguiente,
tal como podía preverse, Alfonso se despierta bajo la ahorca junto a los otros
cadáveres; alrededor de su cuello no hay una trenza sino la cuerda de ahorcado.
Al volver a la posada donde pasó la noche, descubre de pronto entre las tablas
del piso, la reliquia que le habían quitado en la gruta. "No sabía ya lo
que hacía... Me puse a imaginar que no había salido realmente de aquella
maldita venta y que el ermitaño, el inquisidor y los hermanos de Zoto eran, en realidad, espíritus surgidos de mágicas
hechicerías." Como para hacer inclinar aún más la balanza, vuelve a
encontrarse, poco después, con Pacheco, a quien había entrevistado durante su
última aventura nocturna y quien le da una versión totalmente distinta de la
escena: "Esas dos jóvenes, después de haberle hecho algunas caricias, le
quitaron del cuello una reliquia, desde ese instante, perdieron, ante mis ojos,
su belleza y reconocí en ellas a los dos ahorcados del valle de Los Hermanos.
Pero el joven les prodigaba las más tiernas palabras. Uno de los ahorcados se
quitó la cuerda que tenía en el cuello y se la puso en la del caballero,
demostrándole así su gratitud con nuevas caricias. Por último, corrieron las
cortinas del lecho y, entonces, no sé qué harían, mas me temo que sería un
horrendo pecado que ofende nuestra cultura y nuestro pueblo." ¿A quién
creer? Alfonso sabe bien qué pasó la noche con dos mujeres; pero cómo explicar
el despertar bajo la ahorca, la cuerda alrededor del cuello, la reliquia en la
posada, el relato de Pacheco? La incertidumbre, la
vacilación llegaron a su punto culminante, acentuadas por el hecho de que otros
personajes sugieren a Alfonso una explicación sobrenatural de las aventuras.
Así, el inquisidor que, en determinado momento, detendrá a Alfonso y lo
amenazará con torturas, le pregunta: "¿Conoces a dos princesas de Túnez, o
más bien, dos brujas infames, execrables vampiros y demonios encarnados?"
Más tarde, Rebeca, anfitriona de Alfonso, habrá de decirle: "Sabemos
perfectamente que se trata de dos demonios hembras y que sus nombres son Emina y Zibedea." Alfonso
queda solo durante algunos días y siente que, una vez más, las fuerzas de la
razón se adueñan de él. Quiere dar a los acontecimientos una explicación
"realista". "Recordé, entonces, algunas palabras pronunciadas
por don Manuel de Sa, gobernador de aquella ciudad,
que me hicieron pensar que no era eternamente ajeno a la misteriosa existencia
de los González. Fue él quien me proporcionó mis dos criados, López y Mosquito,
y no había quien me quitara de la cabeza que habían obedecido órdenes del
gobernador cuando me abandonaron a la entrada del nefasto valle de Los
Hermanos. Mis primas, y la misma Rebeca, me habían dicho más de una vez que
sería sometido a prueba. Quién sabe si en la venta me dieron un brebaje para
dormirme; nada más fácil entonces que llevarme dormido hasta la horca fatal.
Pacheco podría haber perdido su ojo por un accidente y no a causa de su
relación amorosa con los dos ahorcados. Su espantosa historia podía ser bien
una fábula. En cuanto el ermitaño, tan interesado siempre en descubrir mi
secreto, era sin duda un agente de los Gomélez que
tenía el encargo de poner a prueba mi discreción. Por fin, Rebeca, su hermano Zoto y el jefe de los gitanos se había puesto de acuerdo
para todos quebrantar mi valor." Pero el debate no queda resuelto:
diversos pequeños incidentes encaminan a Alfonso hacia la solución
sobrenatural. Ve a través de la ventana a dos mujeres que parecen ser las
hermanas; pero al acercarse a ellas, descubre rostros desconocidos. Lee luego
una historia de demonios tan parecida a la suya que confiesa: "Llegué a
pensar que para engañarme, los demonios habían animado cadáveres de
ahorcados." Todos los milagros están racionalmente explicados al final del
relato: Alfonso encuentra en una gruta el ermitaño que lo había recibido al
principio, y que es el gran “shceik” de los Gomélez en persona. Este le revela el mecanismo de los
acontecimientos sucedidos hasta ese momento: "Don Manuel de Sa, gobernador de Cádiz, es uno de los iniciados. Te había
enviado a López y a Mosquito que te abandonaran en las fuentes de Alcornoque
(...) Merced a una bebida hipnótica pudieron transportarte bajo la horca de los
hermanos Zoto, donde te despertaste a la mañana
siguiente. De allí llegaste hasta mi ermita donde encontraste el terrible
Pacheco, que es en realidad un bailarín vasco (...) Al día siguiente, pasaste
por una prueba mucho más cruel que fue la falsa Inquisición que te amenazó con
horribles torturas, pero que no logró doblegar tu coraje."
4.‑ Lo fantástico‑maravilloso
Esta clase de
relato es el que más se acerca a lo fantástico puro por el hecho de quedar
inexplicable, no racionalizado, sin sugerencias; sin embargo, la presencia o
ausencia de ciertos detalles permiten siempre tomar una decisión. El hecho
fantástico tiene resolución por medio de otro hecho fantástico que en vez de
resolver el misterio lo que hace es complicar más lo inexplicable.
Ejemplos de lo fantástico‑maravilloso
‑ La muerta enamorada (Théophile Gautier)
Es la historia
de un monje que, el día de su ordenación, se enamora de la cortesana Clarimunda. Después de algunos encuentros furtivos, Romualdo (tal es el nombre del monje) asiste a la muerte de
Clarimunda. A partir de ese día, la mujer empieza a
aparecer en sus sueños. Esos sueños tienen, por otra parte, una propiedad
extraña: en lugar de formarse a partir de impresiones de la jornada,
constituyen un relato continuo. En sus sueños, Romualdo
ya no lleva la existencia de un monje, sino que vive en Venecia, en medio de la
fastuosidad de fiestas ininterrumpibles. Y, al mismo
tiempo, advierte que Clarimunda se mantiene viva
gracias a su sangre, de la que se alimenta durante la noche... Hasta este
momento, todos los acontecimientos pueden tener explicación racional,
proporcionada, en gran parte, por el sueño ("Dios quiere que sea un sueño,
exclama Romualdo, asemejándose en esto a Alvaro de El Diablo Enamorado"), y en parte, también,
por las ilusiones de los sentidos: "Una noche, mientras me pesaba por los
senderos bordeados de arbustos de mi jardín, pareció ver, a través de la
glorieta, una forma de mujer; por un instante creí incluso haber visto mover sus
pies..." "No sé si aquello era una ilusión o el reflejo de la
lámpara, pero si hubiera dicho que la sangre volvía a circular bajo esa palidez
mate", etc. Por último, hay una serie de acontecimientos que pueden ser
considerados simplemente como extraños y debidos a la casualidad, pero Romualdo está dispuesto a ver en ellos la intervención del
diablo: "Lo extraño de esta aventura, la belleza sobrenatural de Clarimunda, el brillo fosforescente de sus ojos, el
contacto ardiente de su mano, la confusión en la que hacía caer, el cambio
súbito que había apoderado en mí, me demostraban claramente la presencia del
diablo, y aquella mano satinada no era tal vez más que el mitón que cubría su
garra." Puedo ser el diablo, en efecto, pero también puede ser la mujer o la
simple casualidad. Hasta aquí se permanece, pues, dentro de lo fantástico puro;
pero, es ese momento, se produce un acontecimiento que hace vibrar el relato.
Otro abad, Serapión, se entera (no se sabe cómo) de
la aventura de Romualdo. Lleva al joven monje hasta
el cementerio donde descansa Clarimunda; desentierra
el ataúd, lo abre y Clarimunda aparece tan fresca
como el día de su muerte, con una gota de sangre sobre sus labios... Lleno de
piadosa cólera, el abad Serapión arroja agua bendita
sobre del cuerpo. "En cuanto la pobre Clarimunda
fue tocada por el santo rocío, su hermoso cuerpo se deshizo en polvo y no fue
más que una horrible mezcla informe de huesos y cenizas semicalientes
y calcinados." Toda esta escena, y en particular la metamorfosis del
cadáver, no puede ser explicada por las leyes de los fantástco‑maravilloso.
‑ Vera (Villiers de l’Ile Adam)
A lo largo de
todo el relato se puede vacilar entre creer en la vida después de la muerte o
pensar que el conde que cree en ella está loco. Pero, al final, el conde
descubre en su cuarto la llave de la tumba de Vera, llave que él mismo había
arrojado dentro de la tumba; hay que creer entonces, que es Vera, la muerta,
quien la llevó allí.
5.‑ Lo maravilloso puro
En este caso, los
elementos sobrenaturales no provocan ninguna reacción particular en los
personajes ni en el lector implícito, pero sí en el lector real. Lo
característico de lo maravilloso no es una actitud hacia los acontecimientos
relatados, sino hacia la naturaleza misma de esos acontecimientos (lo formal).
A su vez, lo maravilloso puro deslinda en diversos tipos de relatos, en los
cuales lo sobrenatural recibe todavía una cierta justificación.
5.1.‑ Lo maravilloso‑hiperbólico
En
este caso, los fenómenos son sobrenaturales sólo por sus dimensiones,
superiores a las corrientes, exageradas. Este tipo de sobrenatural no violenta
demasiado la razón.
‑ Las mil y una noches
Simbad asegura haber visto peces de cien y doscientos codos
de longitud o serpientes tan gruesas y largas que hubieran podido tragarse un
elefante. Pero, tal vez, se trata de una simple manera de expresarse, o,
retomando un proverbio, "los ojos del miedo son tan grandes".
5.2.‑ Lo maravilloso‑exótico
En
este tipo de maravilloso, se relatan acontecimientos sobrenaturales sin
presentarlos como tal; se supone que el receptor implícito no conoce las
regiones en las que se desarrollan los acontecimientos; por consiguiente, no
hay motivo para ponerlos en duda. Se da una mezcla de elementos naturales y
sobrenaturales.
‑ Las mil y una noches
En
el segundo viaje de Simbad, se describe, al
principio, el pájaro ruc, de dimensiones prodigiosos:
"su tamaño le permitir ocultar el sol y una de sus patas era tan gruesa
como un tronco de árbol." Es indudable que este pájaro no existiese en la
zoología contemporánea, pero los oyentes de Simbad
estaban lejos de esta certeza, y, cinco siglos después, el propio Galland afirma que Marco Polo, en sus viajes, así como
Pedro Martini, en su historia de China, hablan de ese
pájaro, etc. Un poco más adelante, Simbad describe,
de la misma manera, el rinoceronte, sin embargo, no es desconocido. "En la
misma isla hay rinocerontes que son animales más pequeños que el elefante y más
grande que el búfalo; tienen un cuerno sobre la nariz, que mide aproximadamente
un codo de largo; este cuerno es sólido y está hendido de un extremo al otro.
El rinoceronte lucha contra el elefante, lo atraviesa con su cuerno por debajo
del vientre y se lo coloca sobre la cabeza, pero como la sangre y la grasa del
elefante caen sobre sus ojos y lo ciegan, entonces, el rinoceronte cae a la
tierra y, cosa extraña, en efecto, el pájaro ruc se
abalanza sobre ellos, los tomas entre sus garras y los lleva como alimento a
sus pichones." Este fragmento muestra, por la mezcla de elementos
naturales y sobrenaturales, el carácter particular de lo maravilloso‑exótico.
Evidentemente, la mezcla sólo existe para los lectores modernos, ya que el
narrador implícito se sitúa en el mismo nivel.
5.3.‑ Lo maravilloso‑instrumental
En
los relatos de este tipo, aparecen pequeños “gadgets”
o adelantos técnicos irrealizables en la época descrita, pero, después de todo,
perfectamente posibles.
‑ Las mil y una noches
En
la historia de "El príncipe Ahmed", se
hacen presentes algunos instrumentos maravillosos como la alfombra mágica,
anteojos largavista (hoy telescopio o catalejo), la
manzana curativa. Lo mismo sucede con el caballo volador en la historia de
"El caballo encantado", o con la piedra que gira en la historia de
"Alí Babá y los cuarenta ladrones" que
sirve para abrir una caja de caudales cuando su dueño pronuncia unas palabras
mágicas.
5.4.‑ Lo maravilloso‑feérico
Son
aquellos relatos que pertenecen al mundo feérico (del francés “fée” que significa hada). En ellos, la imaginación se
libera al máximo para crear mundos que se añaden a lo real, pero no tientan
contra su coherencia lógica. Mundos en los que lo sobrenatural no es espantoso,
sino que los sucesos contados, corrientemente, tienen un desenlace feliz y sus
personajes se sitúan en un mundo lejano (hadas, ogros, gnomos, etc.) a los que
no se les teme ni inquietan, pues nadie cree que podrían o querrían entrar en
la realidad presente.
5.5.‑ Lo maravilloso‑científico o ciencia ficción
El
relato maravilloso‑científico es aquél que en la actualidad se denomina
como ciencia ficción, término que surgió a finales del siglo XIX en los países
anglosajones a raíz del avance del cientifismo
(aunque no excluye la presencia de esta literatura en otras épocas anteriores),
y que se ha consagrado en el siglo XX como el género del siglo con sus
características propias. Lo sobrenatural se explica de manera completamente
racional, partiendo de leyes que la ciencia contemporánea no reconoce. Los
asuntos tratados son los mismos del siglo XIX, pero más depurados y profundos y
algunos tomados de la problemáticas actual como: los de aventuras (viajes en el
tiempo), los tecnológicos (robots, cibernéticas) y los psicológicos y sociales
(niños prodigio, mutantes, antiutopías, lo
parapsicológico, fenómenos extrasensoriales, las
visitas alienígenas, etc.). Estos relatos poseen una estructura de la intriga
diferente a la de los relatos fantásticos, estructura que algunos dicen que
está trazada siguiendo una fórmula silogística. El género fantástico que, en
suma, se ha consagrado como la forma literaria contemporánea, pues es la que
más se acerca al futuro al permitir al hombre ver su pasado y todas sus
inquietudes presentes. Además es la forma más apropiada de hoy para satirizar
ciertos aspectos de la sociedad que en otro campo el autor no se atrevería. De
allí que lo maravilloso científico haya dejado de ser simple literatura
pasatiempo o escapista, para tornarse en una literatura respetable dirigida a
minorías de cierto nivel cultural y a las masas.